martes, 4 de marzo de 2008

Tiempo

El inevitable paso del tiempo, causante del dolor más agudo para nuestra especie, fuente de desesperanza y de hastío, camina ciegamente, siempre adelante, acercándonos cada vez más al fin.

Lo ignoramos cuanto podemos, creemos atraparlo en un reloj pero aún desde allí ejerce su increible poder sobre nosotros. Solo cuando nos damos cuenta de que somos seres caducos nos ocupamos de él. Pero aún entonces lo pensamos, perdemos siempre, gastamos el tiempo, desgastamos vida.

Los dueños del tiempo, de nuestro tiempo, titiriteros y empresarios del gran espectáculo de la vida, nos poseen atados, sin posibilidad de escape, grilletes esféricos, tic tac. Tras el reparador sueño nosotros mismos nos encadenamos, nos convertimos en nuestros propios carceleros.

El tiempo nos consume. Tiempo de consumo manipulado, cronometrado, publicitado, ...

No somos dueños de nuestro tiempo. Nuestros días están llenos de horas en las que pertenecemos a otros. Nos hemos perdido. Hemos renunciado a nosotros mismos. No quiero que el tiempo me pertenezca. No le declaro la guerra al tiempo. Pero quiero saber quién soy, quiero poder ser yo mismo.

Sólo yo puedo vivir mi vida. No puedo vivir la vida de los demás porque no me pertenece.

Tampoco la mía me pertenece.

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